sábado, 16 de marzo de 2013

El encuentro

Empezaba un nuevo día en el que mamá, aún sin trabajo, nos abrigaba a mis hermanos y a mí para salir en busca de algún alimento que sacie un poco nuestro hambre. El hélido frío matutino congelaba mis dedos escuálidos y sucios. Cada uno con su bolsa vacía comenzaba la búsqueda en un sentido distinto.

Aquél día me tocó ir sola a la zona Norte, Clara, quien siempre me acompañaba tenía un terrible estado gripal y debió quedarse junto al fuego. Mi trabajo era siempre el mismo: abrir cuidadosamente las bolsas de basura e introducir las manos entre los desechos con la esperanza de sentir la textura de un poco de pan, arroz o carne.

Fue en una de esas bolsas donde sentí algo pegajoso latir, pensé en la probabilidad de que alguna moustrosa  persona hubiera embolsado a un bebé. Rompí desesperadamente el plástico, pero en su interior veía tan solo residuos. Desparramé el contenido en la vereda y escarbé hasta encontrar lo que provocaba los latidos. 

Lo tomé entre mis manos, era una pequeña bola pegajosa muy similar a una mora. Su luminosidad parecía el brillo de una lamparita azul. Tenía dos orificios separados por los cuales emanaba un soplido constante. Sus ojos pequeños transmitían compasión. 

Encontrar este diminuto ser parecía ser una señal del destino. Acuclillada junto a una vidriera lo acaricié, no conocía su origen y probablemente nunca lo sabría. Quería mostrarlo, contarle a todos su existencia; pero debía seguir trabajando.

Cuando ya había conseguido la comida suficiente para que al volver mi madre no me castigue, decidí regresar. Teniéndolo en el bolsillo le conté a ella la historia, tratándome de loca me hizo callar.

Esa noche en vez de dormir fui en busca de mi tío, amante de las cosas extrañas. Él miró lo que le mostraba y lo investigó. Justo cuando me lo devolvía pasó algo asombroso. En el momento en que su mano y la mía lo sostenían mutuamente se desvaneció convirtiéndose en un líquido viscoso. Sustancia que se escabullía entre los dedos cayendo al piso.

Asombrados, permanecimos aproximadamente veinte minutos observando el suelo enchastrado. De repente, el líquido azulado volvió a tomar forma de mora; brillando más fuerte que antes comenzó a vibrar y volar chocándose las paredes. Sin sabes qué hacer tratamos de agarrarlo pero fue imposible. Finalmente abrimos puertas y ventanas y el misterioso sujeto voló fuera de la casa encaminado hacia Marte. 

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