sábado, 16 de marzo de 2013

Ataque final

Amaneció temprano, habíamos pasado aquella noche anclados en Pearl Harbor. Los marineros aún se estaban levantando cuando mi labor fue interrumpida.

Con el delantal puesto, mientras preparaba el desayuno oí alboroto y el ruido de turbinas. Con mi compañero de cocina subimos a ver qué sucedía. Eran varios aviones militares, aviones que volaban bajo y eran japoneses. Un escalofrío corrió por nuestras venas, debíamos decidir qué hacer.

Corrimos, corrimos a despertar a los otros navegantes. Mientras salíamos, los japoneses dispararon una bomba por debajo del mar que impactó con la parte inferior del barco. Fue entonces cuando comenzamos a desesperarnos, ello implicaba que nos empezaríamos a hundir. Algunos se tiraron por la borda, mientras otros quedamos paralizados del terror.

Logré saltar antes de que una bomba impactara verticalmente en el centro de nuestro barco. Este último disparo destruyó el navío que cayó sobre muchos de mis compañeros que nadaban desesperados. Quienes logramos escapar llegamos a la orilla agitados y con los rostros tan pálidos como la cal.

Este 7 de diciembre ha marcado mi vida, y tal vez sea un punto de inflexión en toda la violencia que caracteriza al mundo entero desde 1939.

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